En la actualidad, la mayoría de las consultas del médico de familia se han complicado por una serie de circunstancias sociales y sanitarias que tienen que ver, en gran medida, con el envejecimiento de la población, la medicalización de la vida y el creciente hospital centrismo de la sanidad de nuestro país. A todo esto habría que añadir las consultas llenas y la falta de tiempo para atender adecuadamente a las personas que lo precisan.

Podemos resumir estas dificultades añadidas en 7 puntos principales que llamaremos obstáculos para una medicina mejor como:

  1. La complejidad del abordaje de pacientes crónicos, ancianos y polimedicados, cada vez más frecuentes en nuestras consultas, para los que a menudo es difícil encontrar buenas opciones de tratamiento.
  1. Los problemas generados por las interacciones y los efectos adversos de los fármacos que constituyen en los países desarrollados un problema frecuente, grave y potencialmente evitable.
  1. La falta de cumplimiento de los tratamientos como consecuencia sobre todo de la escasez de tiempo y habilidades de comunicación de los profesionales.
  1. Los cada vez más frecuentes problemas de salud mental, especialmente los trastornos de ansiedad, que ocupan una parte importante del tiempo de consulta y precisarían de un abordaje más psicosocial del paciente.
  1. Las consultas por problemas menores con bajo beneficio de intervenciones medicamentosas y la necesidad creada de atención inmediata por problemas de salud autolimitados que hace años se resolvían en el medio sociofamiliar.
  1. Las limitaciones de la medicina centrada en pruebas y la ausencia en muchas ocasiones de alternativas seguras.
  1. La práctica de una medicina obsoleta centrada en el médico y su agenda con un creciente protagonismo de la técnica y en un contexto de tiempo muy escaso en el que solo tienen cabida el medicamento o la prueba, que parece mejor cuanto más compleja y cara es. Práctica de espaldas a los verdaderos protagonistas del encuentro. Práctica decidida en los despachos que ignoran la necesidad de conjugar en cada consulta un verdadero encuentro clínico. Práctica relacionada con las prioridades de gestores en la que la cantidad y donde los números son más importantes que la calidad y las personas.

Con mucho acierto, en el contexto de la medicina humanista que siempre refleja en sus textos se pregunta en su blog el Dr. Casado ¿Qué prefieres, ser una enfermedad o una persona? Y es que a los clínicos nos sorprende cada vez más la multitud de esquemas, algoritmos y documentos elaborados generalmente por personas que no han atendido a un enfermo nunca y que no aportan utilidad sino cosificación a la atención en nuestras consultas. Quizás habría que reflexionar qué es mejor: menos “cartera” y mejores “servicios”.

La medicina del presente y del futuro debe ser una medicina centrada en el paciente2 que considere, junto a sus problemas, sus opiniones, creencias y expectativas. Una medicina que valore las emociones como responsables de los aspectos médicos del problema. Una medicina heredera de Balint3 y Rogers4 en la que el paciente sea el verdadero centro de atención.

Un médico de familia, como yo, que prescribe homeopatía pensaría que los siete principios para una medicina mejor en el presente y el futuro deberían ser:

  1. Individualizar las evidencias de modo que profesional y paciente las entiendan y conozcan sus limitaciones.
  1. El juicio experto del médico guiará la toma de decisiones considerando las pruebas científicas, su experiencia y las preferencias del paciente. No olvidemos que cada consulta es un encuentro de expertos, el médico experto en la salud y el paciente experto en su salud.
  1. La consulta se centrará en una relación clínica sólida que comprenda los aspectos humanos de la atención médica.
  1. El cuidado ético del paciente es la máxima prioridad del médico. Cada consulta es un encuentro sagrado en el que el cuidado del paciente es la prioridad buscando siempre su beneficencia.
  1. En cada consulta es necesario compartir las decisiones con el paciente. Los tiempos de la medicina autoritaria y paternalista han dejado de tener sentido en un mundo informatizado y en un contexto de derechos del paciente a decidir sobre su salud y su vida.
  1. Simplificar el tratamiento es el modo más rápido y seguro de llegar a buen puerto. “Cuantas menos pastillas mejor” debería ser un aforismo con cada paciente.
  1. La medicina en el siglo XXI debería ser el arte de ayudar al paciente. Por el paciente, para el paciente y con el paciente, debería ser su máxima en un contexto de salud pública.

Y podemos preguntarnos ¿qué papel desempeña en este contexto la prescripción de medicamentos homeopáticos? En una medicina mejor la individualización, la efectividad y la seguridad deben ser premisas básicas.

El médico homeópata considerará el tratamiento individualizado para cada persona, buscará la seguridad de dicho tratamiento y compartirá sus decisiones con el paciente considerando lo que este quiere y necesita.

Para el médico homeópata conocer en profundidad al paciente y comprender sus emociones es una tarea básica. La neurociencia actual nos enseña en palabras de David Eagleman que “la convicción ética es poca cosa si no conlleva un aprendizaje minucioso de la emocionalidad” 5,6.

La empatía es la clave de la relación médico-paciente. En sus trabajos Damasio7nos recuerda que lo racional tiene unas enormes limitaciones en la toma de decisiones en cualquier actividad humana.

¿De qué sirve información sin sabiduría?una buena pregunta y una profunda reflexión que Rafa Bravo nos plantea en su blog, haciendo suyas las palabras de Ioana Heath: “porque los sensores biométricos no pueden acceder al subjetivismo solitario de la experiencia del individuo asustado y afligido frente a la amenaza de la enfermedad y la muerte”.

Por ello el médico debe centrarse en la emoción y practicar una medicina centrada en el paciente, en sus temores, experiencias y expectativas. Llevamos décadas de información no compartida con el paciente y de ausencia de escucha terapéutica.

Durante muchos años esta falta de consideración hacia lo que el paciente es y siente ha sido y continúa siendo nuestro “tendón de Aquiles”. Una medicina narrativa9, como el doctor Maglio proponía, que intente enseñar comunicación y capacidad de escuchar e interpretar las historias de los pacientes es una medicina necesaria y de futuro. Cada historia clínica es en realidad una historia de vida, un relato a interpretar. Disponer de diferentes códigos comunicacionales e interpretativos nos será siempre de ayuda. El método homeopático es una puerta abierta a dichos códigos.

Y en la encrucijada de la emoción, donde todas las decisiones vinculantes se toman, el médico homeópata será capaz de descubrir la paleta de colores sentimentales y emocionales que constituyen el ser y estar enfermo de cada paciente, de modo individual, íntimo.

Y comprendiendo al ser humano como algo único e irrepetible. Ayudarle de un modo más efectivo.

Así lo entiendo y así lo intento a diario a pesar de mis limitaciones cognitivas y emocionales. Y al hacer presente éstas de un modo más humano, más verdadero de lo que los pacientes estamos acostumbrados y los médicos solemos hacer puedo ser de ayuda en la búsqueda del bienestar de mis pacientes que es el verdadero fin de la medicina.

En su extraordinario libro Atul Wagande10, 11  reflexiona lúcidamente sobre la enfermedad, la vida de los ancianos y la salud y los objetivos de la medicina de este modo: “Nos hemos equivocado respecto a cuál es nuestra tarea en la medicina. Creemos que nuestra misión consiste en garantizar la salud y la supervivencia. Pero en realidad es mucho más que eso. Consiste en hacer posible el bienestar. Y el bienestar, tiene mucho que ver con las razones por las que uno desea estar vivo”.

No puedo dejar de pensar en estas palabras del doctor Wagande después de visitar esta mañana a una mujer de 98 años que vive sola en su casa sin poder salir. Una sunshiner12  como la definiría el doctor Sloan, que quizás por sus palabras no tiene ya razones para vivir.

¿Cuál es nuestra misión?

Estar. Estar al lado del dolor, la duda, la inseguridad, la desesperanza y la agonía.

Una mano tendida en un mar de exceso de información y de caos.