Desde hace ya unos años la homeopatía y otras opciones terapéuticas se encuentran cada vez más presentes en los medios de comunicación, lo cual viene a indicar un interés creciente entre la población, pues obviamente nadie habla de lo que no existe o si solo existe con una escasa relevancia. Incluiría dentro de este fenómeno sociosanitario el artículo del Dr. J. V. González Bethencourt «Necesidad de poner en orden las medicinas alternativas» (EL DÍA, 8 de octubre de 2017), aunque en realidad el término medicinas alternativas ya se encuentre últimamente en desuso para la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien a partir de 2013 prefiere la denominación de medicina tradicional y complementaria, algo con lo que nuestro sector también está de acuerdo. Me une a J. V. una larga amistad y colaboración en torno a las ideas de defensa de la salud pública y para ayudar a los más desvalidos de la sociedad, acuerdo que se puede extender a otros aspectos. Por mi parte voy a intentar profundizar en algunas de las cuestiones que él plantea o introduce en su artículo.
Preferimos la denominación de medicina tradicional antes que la de medicina alternativa, porque se trata de prácticas que fraguaron a lo largo de siglos (en el caso del naturismo, ayurveda y acupuntura, de milenios) y con una importante vigencia como tradición médica en amplias partes del mundo. En muchos de estos países se estudian en las universidades y se asignan fondos de investigación. Estamos en la época de la globalización y esto significa intercambio de conocimientos para la implantación de prácticas sanitarias y mayor diversidad de terapias médicas. Es lógico entonces que las organizaciones sanitarias internacionales se hagan eco de esta realidad mundial.
¿Cuáles son estas ramas terapéuticas tradicionales que la Organización Mundial de la Salud considera como medicina? Pues ayurveda, unani, naturismo, acupuntura, homeopatía, osteopatía y quiropráctica. Que pasan a delimitarse claramente a nivel oficial y a nivel internacional de la folk medicina y de otras prácticas de la medicina popular, curandería, etc. ¿Por qué? Porque la Organización Mundial de la Salud considera que estas siete terapias tradicionales anteriormente citadas acumulan evidencia científica suficiente como para ser consideradas como medicina. Esta acreditación científica ha sido ratificada en muchos países, entre ellos Alemania, Francia, Suiza, Brasil, Cuba, India, Sudáfrica, China y así hasta unos treinta países.
También preferimos la denominación de medicina complementaria porque se ajusta mejor a la realidad de lo que hacemos en el día a día que la denominación de medicina alternativa. Pues primero somos médicos (hemos estudiado en las facultades de medicina) y realizamos un diagnóstico como el que llevaría a cabo cualquier colega, solicitando las pruebas complementarias necesarias. A la hora también del tratamiento de los enfermos vamos a respetar sus prescripciones previas en la misma medida que haría cualquier otro médico. No vendemos nunca curas milagrosas y tampoco rechazamos ninguna posibilidad terapéutica de hospitalización, cirugía, fármaco o trasplante cuando ello es necesario. Hay que destacar que existen estudios muy serios y rigurosos que demuestran la mejora de calidad de vida de los enfermos cuando se incorporan procedimientos complementarios a sus habituales tratamientos convencionales.
Nos consideramos medicina oficial, pues en España nos encontramos con una regulación completa de centros y con una regulación parcial de medicamentos y de profesiones. Es decir, existe ya un cuerpo de unas diez normas del Estado que no detallaremos ahora para no aburrir al lector y que nos otorgan un cierto nivel de regulación oficial. Los medicamentos se obtienen en farmacias, las enseñanzas pueden llevarse a cabo en universidades, los médicos nos encontramos baremados por los Colegios de Médicos para poder ejercer con mención pública estas prácticas especializadas, los centros médicos donde ejercemos se encuentran baremados y acreditados por las Comunidades Autónomas y sujetos a revisión periódica.
Son muchas las personas que piensan en la actualidad que es preciso aumentar el control e inspección legal que la Ley atribuye a las Comunidades Autónomas y no tanto para ahorrar daños, pues por lo general estas prácticas son poco dañinas y los efectos secundarios pequeños, como para evitar timos y engaños y no perder posibles oportunidades terapéuticas. Pues al recetar alguien sin la capacitación médica necesaria el resultado siempre va a ser peor que el que se corresponde con el tratamiento de un médico capacitado. En España queremos bienes y servicios de la más alta calidad y actualmente la solicitud legal que hacemos, en primer lugar, no es la de una mayor regulación de las profesiones, sino el que se complete el registro de los medicamentos homeopáticos, pues esto es lo que nos parece más viable a corto plazo.
Mientras que los servicios de inspección de las Comunidades Autónomas siguen funcionando para evitar fraudes o abusos, queremos que se complete la regulación de los medicamentos homeopáticos cuanto antes (y que en España lleva una transitoriedad y espera de veintisiete años) para que tanto los sanitarios implicados como los pacientes puedan acceder a una información oficial y fidedigna de cada medicamento, posibilidades y límites. Los medicamentos podrán entonces contar con un prospecto con el que hasta ahora no cuentan. Esta es una medida que beneficiará también el control del intrusismo profesional.
Finalmente, unas palabras sobre la ética, y aquí recordaremos la posición oficial en este asunto del Colegio de Médicos de S. C. de Tenerife: «La prescripción de homeopatía debe realizarla el médico porque está sujeto al código deontológico», es decir, además del código civil se encuentra bajo el control de los Colegios de Médicos, y este es un control muy riguroso.
*Doctor en Medicina por la ULL y presidente de la Asamblea Nacional de Homeopatía.