¿Qué hacen los homeópatas? nos preguntan a veces muchos amigos, pacientes y colegas ante la desproporcionada ofensiva anti-homeopática actual. ¿Por qué no contestan también con artículos o cartas? ¿Dónde están? ¿Por qué no protestan y salen más?

Bueno, salir salimos las (pocas) veces que nos llaman los medios… Y en cuanto a la prensa, la mayor parte de lo que enviamos no se publica y no queda constancia, ya sean cartas de protesta o artículos con visiones diferentes a ese nuevo pensamiento único pseudoescéptico convertido en santa cruzada.

Y como muestra un botón. En uno de los diarios nacionales más importantes se han publicado, en los últimos meses, varios artículos de opinión no ya contrarios a la homeopatía, lo cual puede ser comprensible, sino claramente irrespetuosos para con profesionales como mínimo tan dignos como los firmantes de esos artículos. Así que con nuestra probada ingenuidad también nosotros enviamos un artículo que el diario, por si teníamos alguna duda, no consideró oportuno publicar por pintorescas razones. Ni por derecho de réplica, vaya.

¿Qué tienen aquellos artículos que no tenga el nuestro? o ¿Qué tienen aquellos firmantes que no tengamos nosotros?  Bueno, pues eso lo dejo a la opinión de los lectores de este blog… Juzguen ustedes…

Mi artículo era éste: 

Y AHORA LOS HOMEÓPATAS TAMBIÉN SE COMERÁN A LOS NIÑOS

Pues sí. Después de que se nos ha relacionado, en algún medio sin ir más lejos, con camellos y drogas, vendedores de crecepelos, de azúcar, timadores, charlatanes, nigromantes, necios y cualquier otra ocurrencia a cada cual más afortunada, este es el titular que hasta el más lerdo de los arúspices estaría esperando.

Sí, arúspices, esos antiguos adivinos etruscos que leían el futuro examinando las entrañas de los animales, otra brillante y perspicaz comparación reciente esta vez para exigir que directamente nos proscriban,”fuera del Estado, la razón y la ley”.

Pues nada, hombre, a mandar, que ya nos hemos acostumbrado a este profundo y elevado nivel intelectual, científico y de respeto en el que nos movemos desde hace un tiempo.

Es igual que todos seamos médicos, especialistas, muchos con el grado de doctores, trabajadores en la sanidad pública o investigadores…

Es igual que nos hayamos formado en las mismas facultades que nuestros compañeros y que, por tanto, no seamos ni nos consideremos alternativa a nada.

Es igual que mostremos las evidencias científicas en los foros en los que se nos demande y en las (pocas) oportunidades que nos dan los medios. Es igual que esas evidencias estén publicadas en revistas de referencia no homeopáticas de reconocido prestigio.

Es igual que digamos que somos los primeros en estar abiertos a la discusión de los aspectos que sean, como es habitual en ciencia.

Porque una cosa es el escepticismo y otra el negacionismo. No existe rasgo menos científico que éste. El verdadero espíritu científico consiste en investigary no en negar porque sí. ¡Cuántas veces la ciencia ha avanzado yendo a contracorriente de algunas de las verdades aparentemente incontrovertibles de la época!

Es igual que digamos que la homeopatía es una herramienta más, como otras, que suma y que se añade a lo que ya sabemos o conocemos. Que es segura. Y, en nuestra práctica clínica cotidiana, efectiva. Que podemos utilizarla en bebés, ancianos, embarazadas y pacientes polimedicados. Y que eso es muy digno de tener en cuenta dado que los efectos secundarios de los fármacos de la medicina convencional (que son los nuestros también) ya son la tercera causa de muerte en USA y otros países.

Es igual que muchos países de nuestro entorno, esos a los que queremos parecernos en tantas cosas, como Suiza, Francia, Alemania, Austria, Reino Unido… la incluyan en sus sistemas nacionales de salud. Y que sus medicamentos sean totalmente legales y regulados a nivel europeo.

Es igual que su abordaje de la enfermedad sea profundamente humanista, en donde el paciente es el verdadero centro. Porque para practicar buena homeopatía debemos conocer al paciente. Conocerlo bien no sólo en sus síntomas físicos, sino en los emocionales, en sus sentimientos, en sus circunstancias vitales. En su totalidad y en su individualidad más plenas. Y con un tratamiento realmente personalizado. Esa es la pasión que nos mueve. Y no por ello dejamos de prescribir medicamentos convencionales. Y nunca vamos a recomendar a un paciente que deje tal o cual terapia (oncológica, por ejemplo) como se ha dicho. Todo eso no es sino una ofensa más a nuestra profesionalidad.

Sin embargo, así están las cosas. Por eso, seguramente, ya es igual todo lo que digamos. Es igual, porque como le pasa a Josef K., el personaje de Kafka, algún tipo de tribunal de no se sabe dónde ya dictó no se sabe qué sentencia condenatoria en un indefinido y opaco proceso.

Y es que las críticas son legítimas por duras que sean pero a lo que asistimos es a un enfebrecido acoso inducido por una industria pseudoescéptica dogmática y negacionista, que quiere apropiarse e imponernos a todos su idea de ciencia, de medicina y de ética.

Porque todo esto, en el fondo, no va sólo de homeopatía. Va de médicos con un método que les ayuda a ser mejores profesional y personalmente. Va del derecho que tienen los pacientes, una vez informados, a elegir el tipo de tratamiento que desean. Va de pensamiento único, una vez más, disfrazado de ciencia. Va de ética (también la periodística). Va de tolerancia y de respeto. De libertad. Va, en fin, de muchas de esas cosas en las que pensamos para hacer de este mundo un lugar un poco más decente.

Y por eso vamos a seguir ahí. Aunque sea igual. Por todo eso.