Hoy me ha sorprendido el editorial de Univadis del 2 de mayo, que versa sobre “El Futuro de la Medicina”. En él se hace un ejercicio de imaginación para, a partir de los avances acaecidos a lo largo de la historia, tratar de predecir el futuro de la misma. Me gustaría compartir con ustedes mis pensamientos surgidos de su lectura.

Evidentemente, “La Medicina ha cambiado nuestras vidas y lo seguirá haciendo… pero indudablemente la Medicina nunca permanecerá estática”, aunque esto no sea aceptado por algunas instancias del establishment sanitario actual que, con la colaboración de ciertos medios de comunicación, grupos de pseudoescépticos y algunos dirigentes del estamento médico, están empeñadas en hacer desaparecer de España las Medicinas Tradicionales y Complementarias (TMNC) (reconocidas y así llamadas por la Organización Mundial de la Salud), yendo a contracorriente del resto de Europa (en algunos países están incluidas en los sistemas públicos de salud), de Estados Unidos (que las recoge dentro Consorcio Académico para la Medicina y Salud Integrativas: que incluye en torno a 70 universidades y hospitales de referencia –dato tomado del Dr. Marino Rodrigo-) y de otros 80 países en los que éstas terapias forman parte de la medicina y en algunos de las más utilizada (en México se inauguró recientemente el Hospital Homeopático Nacional).

Éstas instancias, olvidan que “… hay que partir de algo inamovible, del núcleo de la Medicina: el bien interno, lo principal que ha buscado y buscará siempre la Medicina, que no es otra cosa que la salud de las personas. Si volvemos a los orígenes de la Medicina, a su primer código ético, podemos leer en el Juramento Hipocrático (siglo V a. c.) “aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos”. Olvidan también que estas terapias no van a dejar de ser parte de la MEDICINA, porque su objetivo es el ya citado al comienzo de éste párrafo (y el parágrafo 1 del Órganon: “La única y suprema misión del médico, es la de restituir la salud del enfermo, lo que se denomina curar”), porque son efectivas y útiles y atienden, en primer lugar, al principio “primum non nocere”.

Continua más adelante el editorial diciendo que “En el campo de la curación, la investigación continuará siendo fundamental. Hay técnicas que hace años parecían de ciencia ficción y actualmente son una realidad. Por ejemplo, la manipulación genética de embriones para curar enfermedades o su selección para evitarlas. La tecnología aplicada a la Medicina no se restringirá a la genética, que indudablemente será la pieza clave de muchas dianas terapéuticas. Otras tecnologías como los implantes biónicos, la nanotecnología, la impresión de órganos con biomateriales o los esperados avances en terapias con células madre pueden cambiar por completo el enfoque de la enfermedad. Todo esto aterriza en la ya popular medicina personalizada, en la que a cada individuo se le trata de forma personal en función de sus dianas y peculiaridades moleculares. Los problemas de estas tecnologías futuribles son evidentes: conllevan un alto coste económico (lo que podría derivar en una Medicina para ricos completamente diferente) y, por otra parte, resulta muy complejo validar muchas de estas terapias científicamente.”

De éstos dos problemas que señala el editorial, me llama la atención el segundo, la dificultad para validar científicamente estas terapias (que según las directrices de esta suerte de inquisición científica, quedarían catalogadas de pseudociencias o pseudoterapias, y por tanto proscritas para su uso médico), la misma dificultad que se nos presenta a los médicos que, además de las técnicas convencionales (de las que el 85% no disponen actualmente de pruebas –mal llamadas evidencias-), utilizamos otras no convencionales para validar científicamente nuestra práctica (de las que existen pruebas aunque no suficientes – en el mismo 85% que la convencional-).

Esta dificultad común de validación está reconocida en la actual legislación española (Ley 29/2006 “de garantías…”): “El capitulo V regula las garantías sanitarias de los medicamentos especiales, entendiendo como tales a aquellos medicamentos que por sus características particulares requieren una regulación especifica. En esta categoría se incluyen las vacunas y demás medicamentos biológicos, los medicamentos de origen humano, los medicamentos de terapia avanzada, los radiofármacos, los medicamentos con sustancias psicoactivas con potencial adictivo, los medicamentos homeopáticos, los de plantas medicinales y los gases medicinales.” Las directivas europeas otorgan este mismo reconocimiento y obligan a los estados miembros a su regulación: “Un Estado miembro podrá abstenerse de establecer un procedimiento de registro simplificado especial de los medicamentos homeopáticos a que se refiere el artículo 14. El Estado miembro informará de ello a la Comisión. Dicho Estado miembro deberá permitir, en tal caso, la utilización en su territorio de los medicamentos registrados por otros Estados miembros con arreglo a los artículos 14 y 15.”(art.13.2-Directiva 2001/83/CE ).

Por tanto ¿Dónde está la dificultad para el reconocimiento de la Homeopatía (doblemente centenaria), Acupuntura (milenaria) y otras TMNC como práctica médica en España?

Está en el sesgo de aplicar interesada y selectivamente (a las técnicas citadas en el editorial no se las trata de igual manera) a éstas terapias unos supuestos dogmas de la MBE, que ya Sacket y Festein, padres de la misma, se encargaron de relativizar diciendo que la MBE “no es una medicina “basada en un libro de recetas” sino que requiere una estrategia de abajo arriba, que integre las mejores evidencias externas con la experiencia clínica individual y la elección del paciente”, condiciones que no necesitan interpretación.

Acabo con algo que el autor concluye, “La prevención deberá ir por dos caminos: uno intentará individualizar más las medidas de prevención…” uno de los pilares de la terapéutica Homeopática “…En segundo término, nos quedará por saber cómo afectan a nuestros organismo los nuevos alimentos y el cambiante medio ambiente en el que vivimos.” Uno de los detractores de estas TMNC pontifica en su libro sobre la bondad no probada de los transgénicos ¿no es esto también pseudociencia?

Francisco Bautista Sosa.